La isla de Gorée es una isla pintoresca, donde los animales caminan libremente por sus calles de tierra, estrictamente peatonales. Sus casas coloridas le dan tanta vida como el sonido de la Kora que se escucha entre los callejones. Los hombres juegan juegos de mesa, mientras que los comerciantes no dejan de seducir al turista para que les compren. Aunque esta pequeña isla de 80 hectáreas tenga no más de 1,200 habitantes, recibe hasta un millón de turistas al año que buscan explorar su historia y reflexionar sobre el pasado de la esclavitud.
La isla de Gorée fue el principal puerto de embarque durante el comercio transatlántico de esclavos. Ósea, en esta isla se retenían a los africanos capturados en África occidental. Muchos eran capturados tierra adentro y traídos a la isla para ser enviados al nuevo mundo. Los esclavizados eran procesados como mercancía a través de las denominadas “casas de esclavos” que servían como una jaula preventiva, donde eran examinados y alimentados antes de ser enviados al otro lado del océano Atlántico. Solamente los individuos con buen peso, salud y “libres de tachas” eran enviados al nuevo mundo. Es decir, no podían tener ninguna discapacidad o defecto que impidiera su trabajo en las plantaciones del Caribe.
Según la UNESCO, en la isla de Gorée llegó a existir más de una docena de “casas de esclavos”. Hoy, sobrevive sólo una, la cual han convertido en un museo. Sin duda alguna este es el lugar más visitado en toda la isla, incluso personajes célebres como Barack Obama, Nelson Mandela, y el Papa Juan Pablo II ya pasaron por aquí. Esta casa rosada está dividida en dos pisos. En el primer nivel se almacenaban a los esclavizados, mientras que en el piso superior vivían los encargados del establecimiento.
Al entrar a la “casa de esclavos” es imposible ignorar la apertura rectangular que contrasta con el vasto océano que se extiende más allá. Esta puerta se esconde detrás de dos grandes escaleras que forman una “U” y encima tiene una placa que dice: PORTE DU VOYAGE SANS RETOUR que quiere decir, “la puerta de no retorno”. Como su nombre lo infiere, por esta puerta se subían a los esclavizados a los infames barcos negreros, que los llevarían a las diferentes regiones del Caribe y América.
Gorée es hoy un lugar de peregrinaje para la diáspora africana y un lugar para recordar estos trágicos eventos que dieron vida a la confluencia de lo que es hoy la cultura dominicana.
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